Principio de autoridad

• Nota de la autora: Todos los años, en cursos de la ESO y Bachillerato, hay tres o más libros de lectura obligatoria. En teoría estas medidas se llevan a cabo para "crear atracción del alumno hacia la lectura", pero, probablemente por el tipo de obras y el caracter inflexible en la elección del libro de lectura se consigue un efecto totalmente contrario. Aquí voy a presentar el problema desde mi punto de vista. Se agradecerán comentarios y sugerencias, criticando o dando la razón.

“¡Ey! ¿Qué es lo que hay que leer este trimestre para Lengua?” “El libro del Buen Amor” “Bo, ¿y de qué va?” “Buah, nada, es un pavo que te cuenta lo que hace y lo que está bien y mal para aquella época, la Medieval. Una mierda sobre el honor y el pecado” “Buf, ¡pues qué mierda! Luego dicen que le cojamos gusto a la lectura”

Esta escena, u otras muy similares, se repiten con demasiada frecuencia en los centros de enseñanza españoles. Todo el mundo pretende que los jóvenes lean, pero ninguno traga El Quijote, lectura obligatoria.

Que incultos y desinteresados los alumnos de hoy en día, ¿verdad?

Vale, ¿a quién (que se lo haya leído) le ha gustado la Celestina? ¿Saben de qué va el libro del Buen Amor? ¿Quién lo escribió?

Ah, está bien. Llegamos a la conclusión de que el ciudadano medio, sin formación en literatura, con lo que respecta a ésta, realmente no sabe otra cosa que la Canción del Pirata de memoria.

Pero, volviendo al tema. ¿Por qué se les obliga a los jóvenes a leer los “clásicos” de la literatura española? “¡Hombre- dirán- es que son los clásicos, hay que leerlos!”

Está bien, pero, ¿es suficiente el argumento de que sean “clásicos” para que sea obligatorio leerlos? ¿No sería algo más práctico que, para crear gusto por la lectura entre los alumnos, se les permitiese elegir (dentro de unos límites) un libro, bien escrito, con un argumento que les interese, actual?; ¡no la vida de un loco que en el siglo XVI le dio por irse cabalgando por los montes! No niego que para la época, y desde un punto de vista literario, no fuera una gran obra, pero... fuera del contexto histórico... Al final es el público el que manda, y ya se ha visto la opinión de los jóvenes.

Si bien, siempre, la gente, marcada por el “es que dicen que” social, se basará en el simple hecho de que “es buena literatura” y son “obras cumbres de la literatura” para justificar la imposición de lectura de verdaderos “paquetes”. Vamos a ver... ¿desde cuándo hay una fórmula matemática que determine la buena y la mala literatura? ¡Los filósofos han estado a lo largo de la historia y, aún hoy, deliberando sobre lo que es el bien y el mal, y ahora me van a decir a mí lo que es buena literatura o no!

Una de las pocas definiciones acertadas sobre el significado de bueno, es que algo sirva para realizar la función para la que ha sido diseñada. Y, ¿cuál es la función de la literatura?: entretener; ¡voilà!, y eso, lo decide el lector.

Pero, para todos aquellos “eruditos” que creen conocer a la perfección la diferencia entre una obra buena (según ellos los “clásicos”) y una mala (un best seller), he de informarles de que su método no es nada más sofisticado que la simple utilización del principio de autoridad, es decir, el creer que algo es bueno y válido por el simple hecho de que siempre se haya hecho así o que haya sido escrito por una persona en particular.

No estoy, ni mucho menos, despreciando los “clásicos”, solamente digo que su lectura debería sí ser obligatoria, pero para aquellas personas que se dediquen más particularmente a la literatura.
En mi caso, Mil Soles Espléndidos, de Khaled Hosseini, seguirá siendo mi mayor “clásico”.

“Un clásico es aquel libro que todo el mundo conoce, pero que nadie ha leído”