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miércoles, 23 de febrero de 2011

La tortura del cuerpo


El cuerpo tiene algo. Algo por lo que suspiramos, algo que amamos, que deificamos e incluso, por lo que matamos.

El cuerpo es algo con sabor y con olor propios, cuyo poder hipnotizador es mayor que el que ningún chamán pudiera nunca imaginar.

Sirva como ejemplo el que desde el Japón más oriental hasta la punta más occidental de Galicia, el sensual movimiento de unas caderas femeninas pueda hacer perder el norte, el sur, el este y el oeste hasta a la persona más sensata.

El cuerpo es un animal astuto y travieso, unas veces dulce, otras traicionero.

El cuerpo es el peso que le faltan a esos 21 gramos, que llamamos alma, para convertirse en sentimiento.

Pero, ¿es ético transformar ese sentimiento, ese ser con letra y música propia, en un disfraz, una pantalla que cubre, falsamente, lo que en realidad somos?

¿Es ético convertirlo en una moda?

A lo largo de la historia la naturalidad y libertad del cuerpo han sido constantemente esclavizadas por la convincente tiranía de las modas. El cuerpo (especialmente el femenino), que siempre ha sido el mismo, ha tomado todo tipo de disfraces durante toda nuestra existencia: desde pieles pálidas a las morenas, de cuerpos voluminosos a cinturas del tamaño de un puño...

¿Qué pensaríamos de un país que, como el cuerpo, cambiase su constitución cada década?

¿Hasta qué punto se puede engañar al cuerpo?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El significado de la belleza


  • Nota de la autora: El hecho de estar bellas o no, sigue siendo un problema que muchas mujeres (y puede que algunos hombres) tienen hoy en día. Personas sin demasiada personalidad o influenciables se dejan llevar por los cánones de belleza actuales, ejemplos que, para muchas son imposibles de acatar. Hago aquí un análisis sobre lo que es la belleza (si es que se sabe) y si hay alguna remota posibilidad de que esta sea objetiva para todo el mundo.


¿Hay algo más subjetivo que la belleza y la fealdad? ¿Hay algo más peligroso que creer que son objetivas?

Para aquellos que creen saber ponerle nombre a todo, y que su subjetividad es la objetividad de los demás, la belleza será, por tanto, algo objetivo en el que se determinarán unos roles a seguir.

Pero, ¡qué bien lo hacía Sócrates, cuando a eruditos sabelotodo les preguntaba qué era la belleza!
“¿Qué es la belleza?” “¡Hombre!,-diría un joven prepotente-¿no ves a esa chica lo buena que está? Eso es la belleza” “Ya, ya-diría Sócrates- pero... ¿no decimos también que un caballo es bello, o que un templo es bello?” “¡Jolín!, pues claro” “Bueno, entonces, ¿qué es aquello que relaciona cuestiones tan diferentes como lo son una mujer, un animal y un monumento?” “Pues...- diría dubitativo el joven- eh... la verdad es que no lo sé”

¿Lo saben ustedes?

Entonces, ¿cómo se puede decir que algo es objetivo, y, aún por encima, establecer ejemplos y estereotipos sobre ello, cuando ni siquiera lo sabemos definir?

Ése es uno de los muchos errores que esta especie (algo evolucionada) de monos sigue cometiendo y, aún por encima, continúa creyendo que es acertada.

¿Cómo se puede poner un ideal de “nosabemoselqué” femenino?

¿Cómo se puede exigir a mujeres, de por si hermosas, volverse esqueléticas, rubias y crecer hasta el metro ochenta, si a cambio quieren ser bellas?

¿Qué mejor hay descripción hay para la belleza que aquello que nos hace especiales por el hecho de ser nosotros mismos?

¿Qué es la belleza sino las curvas propias, exuberantes, llamativas y atractivas del cuerpo femenino?

¿Qué es la belleza sino la mirada cargada de sentimiento de cada una de vosotras?

Y, para terminar, cuando la belleza se objetiviza, ¿qué queda de ella?